¡Adiós, Vox populi vox Dei!

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Este principio político vio su apogeo en la antigüedad, cuando la democracia era en gran medida un ideal, que tomaba forma y forma en las exhortaciones de líderes y demagogos que capitalizaban las causas populares para provocar la rebelión del pueblo y matar a quienes se interponían en su camino.





Pero, ¿de qué se trata el concepto?

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La discusión del dicho sobre la voz del pueblo por la entonces juez asociada Angelina Sandoval-Gutiérrez en su opinión concurrente en el caso de 2006 de Lambino vs Comelec es instructiva: Vox populi vox Dei: la voz del pueblo es la voz de Dios . Se debe tener cuidado al elegir el grito de batalla de uno, no sea que haga más daño que bien a su causa. En su contexto original, la versión completa de esta frase en latín significa exactamente lo contrario de lo que se considera que significa con frecuencia. Se originó en un hombre santo, el monje Alcuin, quien aconsejó a Carlomagno, 'nec audiendi qui solent dicere, vox populi, vox Dei, quum tumultuositas vulgi semper insaniae proxima sit', es decir, y no se debe escuchar a esas personas que siguen hablando diciendo: 'La voz del pueblo es la voz de Dios', ya que el alboroto de la multitud está siempre muy cerca de la locura.



La locura del dicho de la voz del pueblo es lo suficientemente fuerte como para pasarla por alto. Por un lado, la sociedad filipina se basa en el principio del republicanismo, que también es la base del dictamen. En una democracia representativa, la soberanía reside en las personas que eligen a sus líderes bajo el régimen de mayoría o pluralidad en procesos electorales multipartidistas. Una de las manifestaciones del republicanismo es la noción de que el nuestro es un gobierno de leyes y no de hombres. Fundamental para estas reglas es la Constitución que establece las calificaciones de aquellos que estarían dispuestos a ofrecerse como líderes del pueblo.Mayor Isko: Todo para ganar, todo para perder ¿Compañeros de cama separados? Lo que aflige a la educación filipina

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La disquisición concisa pero contundente en el caso de 2013 de Maquiling vs Comelec no puede ser un argumento más adecuado y convincente contra el dicho de la voz del pueblo. Por lo tanto: La papeleta no puede invalidar los requisitos constitucionales y estatutarios de calificaciones y descalificaciones de los candidatos. Cuando la ley exige que se posean ciertas calificaciones o que las personas que deseen desempeñarse como funcionarios públicos electivos no posean ciertas inhabilitaciones, éstas deben cumplirse antes de que uno se convierta en candidato. Cuando se vota por una persona que no está calificada y eventualmente obtiene el mayor número de votos, ni siquiera la voluntad del electorado expresada a través de la boleta puede curar ese defecto. Decidir lo contrario es pisotear y desgarrar la misma ley que establece las calificaciones y descalificaciones de los candidatos. Bien podríamos descartar nuestras leyes electorales si la voz del electorado es el único determinante de quién debe ser proclamado digno de ocupar cargos electivos en nuestra república.



De hecho, debe ser vox populi vox dehins.

—VICENTE M. JOYAS, ex presidente y actualmente consejero general del Colegio de Abogados Integrado de Filipinas